¿Qué es el duelo? La muerte y sus ritos
- Giselle Lopez
- 23 feb 2023
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La vida es un conjunto de situaciones, desafíos, alegrías y pérdidas; es un proceso dinámico que requiere una adaptación y un ajuste continuo para poder mantenerse. Haciendo memoria sobre los procesos ontogénicos, es importante afirmar que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren.
La muerte es la culminación prevista de la vida, aunque incierta en cuanto a cuándo y cómo ha de producirse, y, por lo tanto, forma parte de nosotros porque nos afecta la de quienes nos rodean y porque la actitud que adoptamos ante el hecho de que hemos de morir determina en parte cómo vivimos, la muerte del otro, más aún cuando es cercana tendrá un mayor impacto en quien la presencia, y suele desencadenar un proceso reflexivo en torno a la posibilidad de la propia.
Vivir la muerte de nuestros seres más queridos es un suceso tan fuerte, que se tiene que atravesar todo un proceso de duelo, en el que se pondrán de manifiesto todos los mecanismos de defensa, antes de conseguir llegar a la aceptación de este acontecimiento.
Proceso de la muerte
La muerte es universal y nadie escapa de ella, sin embargo cada cultura la ha vivido y la ha asumido de diferentes formas, si bien el proceso de la muerte no se ha modificado, las actitudes, las creencias y las conductas que lo rodean son tan variadas como los individuos que la practican.
Algunas definiciones de muerte consideran que la muerte es en esencia la extinción del proceso homeostático, por ende, el fin de la vida. En el pensamiento médico del siglo XVIII, la muerte era a la vez el hecho absoluto y el más relativo de los fenómenos; era el término de la vida y, asimismo, el de la enfermedad. Este pensamiento se admite aún en nuestros días donde se considera que la muerte viene a ser el hecho que apacigua el sufrimiento que padecen las personas con enfermedades dolorosas e intolerables.
Hoy en día conocemos diferentes conceptos sobre la muerte, pero hubo un tiempo en que la muerte del hombre era una muerte semejante a la de los otros animales; pasaron muchos milenios para que surgiera una ideología acerca de lo que hoy conocemos como muerte biológica y social.
Muerte biológica: Se entiende como el cese irreversible del metabolismo de todas las células del cuerpo. Maturana refiere que la muerte de un ser vivo consiste en la pérdida de la organización propia de lo vivo en aquella unidad compuesta que era un ser vivo. Jamás se está un poquito vivo o un poquito muerto, uno está vivo o está muerto.
Muerte social: Siendo el hombre un ser social por naturaleza donde su desempeño social se mide por su rol, su rol le da un estatus y este estatus le da la fuerza social, se plantea que con su pérdida física se inicia el olvido, un olvido para la familia, para la sociedad y una progresiva transformación hacia lo que sería un cadáver social, dándose así un tipo de muerte social. Por lo tanto, la muerte social encierra otros elementos que tienen relación con el trabajo social realizado por el ser humano en el seno de la sociedad; cuando el ser social no es capaz de incorporarse a un proceso de producción de bienes o tareas fundamentales para la supervivencia del grupo, ese hombre está muerto socialmente aunque se encuentre vivo biológicamente.
La muerte y sus ritos funerarios
En los albores de la humanidad el hombre se sentía temeroso, inseguro y limitado. La limitación de la vida se corresponde con la limitación de la muerte. Según Sócrates a la muerte no le corresponde ser temida, porque nadie sabe en qué consiste. Para Sócrates hay una esperanza auténtica de que la muerte sea un bien. Porque la muerte puede ser un dormir eterno sin sueños, lo cual sería ganancia; o bien, un ingreso a un mundo donde podemos entrar en contacto con nuestros antepasados, lo que también sería una gran felicidad.
Para Heidegger, uno de los más notables filósofos del siglo XX, nos remite a uno de los rasgos característicos del dasein (ser-ahí) que es el hombre entendido en tanto es un "poder-ser", un ser especial por el criterio que posee, por el cuidado que tiene por su existencia, que se desenvuelve en el mundo a partir de sus propias elecciones, la muerte, en tanto es una posibilidad para el dasein. El morir no es un hecho dado, sino un fenómeno que hay que comprender existencialmente. El comprender a la muerte como una posibilidad le da sentido a nuestra vida, pues nos hace descubrir el valor de ésta en nosotros.
En esta perspectiva hace aproximadamente 100.000 años el hombre inicia los ritos o ceremonias fúnebres. Desde siempre los diferentes pueblos del mundo han empleado los ritos que le permiten al hombre hacer una despedida decorosa y le dan la posibilidad de compartir un acontecimiento al parecer único y personal.
Los rituales funerarios, además, han sido asociados desde la antigüedad como medio para certificar la muerte, y como medio para facilitar el arribo a su lugar de destino mediante actos religiosos o paganos. Asimismo, se usaba el ritual para que el difunto ayudara de alguna forma en la mediación entre los vivos y la deidad a la que se le profesa culto. Por último, los ritos sirvieron para facilitar la adaptación de los vivos a la nueva realidad, logrando aceptar que sí ocurrió el hecho y que se debe seguir adelante.
Los ritos en la antigüedad se dan desde hace cerca de 4000 años en Babilonia, donde se cambiaba el ritmo normal de la ciudad. En los ritos romanos en Grecia y Roma, el entierro de los muertos era un deber sagrado, ya que negarse a hacerlo significaba condenar su alma a errar sin descanso.
En la primera edad media, los ritos estaban acompañados de la familia y amigos, y eran de tipo civil, ya que el papel de la iglesia se reducía a la absolución previa o posterior a la muerte. Alrededor del muerto estallaban violentas manifestaciones de desesperación, que sólo eran interrumpidas por el elogio al muerto. En la segunda edad media, el cambio social llevaba a la dignidad y control de uno mismo en el momento de la muerte, expresaba la angustia de la comunidad visitada por la muerte. El entierro se convertía en una fiesta de la que no estaban ausentes la alegría y la risa que ahuyentaban con frecuencia la rabia. En los siglos XVI, XVII, XVIII, las procesiones se hicieron menos numerosas, se evitaron las manifestaciones de dolor y se buscó sustituir al difunto por otro ser de forma rápida; desde entonces el uso del color negro se hizo general en los ritos. En los siglos XIX y XX, la muerte era algo natural y familiar, la fotografía mortuoria se vuelve común desde mediados del XIX hasta principios del XX, se dejaba un recuerdo eterno del ser querido, se colgaba en la casa y se enviaban copias a familiares y amigos; las pompas fúnebres se transforman en especializados servicios tanatológicos, se crean complejos sistemas funerarios, se fijan normas sanitarias sobre los lugares a donde se llevan los cadáveres.
Los investigadores Romanoff y Terencio han realizado comentarios sobre los rituales en donde los definen como como instrumentos culturales que preservan el orden social y permiten comprender algunos de los aspectos más complejos de la existencia humana. Según estos autores los rituales proporcionan un modelo del ciclo vital, dan estructura a nuestro caos emocional, establecen un orden simbólico para los acontecimientos vitales y permiten la construcción social de significados compartidos.
Para mayor información consultar a Oviedo, S., Parra, F. y Marquina, M. (2009). La muerte y el duelo. Enfermería Global, vol. 15, pp. 2-7.





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